Cuando nos pregunten quién fue Chávez, no sabremos si fue el mejor de nosotros, el más avanzado, el más revolucionario pero, seguro, podremos decir que fue el primero de nosotros.
Fue el primero de una serie de líderes latinoamericanos que vendrían a romper con la monotonía de la canción neoliberal que sonaba entre nuestras naciones y por eso luchó durante años, aislado en ese concierto, desafinando con la voz de lo nacional y lo popular.
Fue el primero de nosotros que comprendió que la política debe ser una herramienta de transformación social para el pueblo y no para los partidos, y por eso se convirtió en el símbolo de la ruptura del bipartidismo venezolano, el puntofijismo.
Fue el primero de nosotros en comprobar que nunca, en ningún ámbito de la política, se puede resistir y construir solo, que siempre es necesario unirse para transformar.
Fue el primero en decirle a las grandes potencias que la Patria Grande no es un símbolo, ni un mito, ni una simple idea, sino un hecho concreto, que nos permite construir día a día sociedades más justas, más igualitarias y más soberanas. Lo dijo cuando era él solo en Venezuela y lo dijo, frente a Bush y junto a Néstor, a Lula, a Cristina, a Evo, en Mar Del Plata, cuando pronunció aquellas históricas palabras: “cada uno de ustedes trajo una pala de enterrador porque aquí, en Mar Del Plata, está la tumba del ALCA”. Vivió como nadie la soledad de estar rodeado por proyectos neoliberales y entonces comprendió como ninguno la necesidad de integrarnos al mundo, sí, pero de manera justa y en unidad con el resto de las naciones latinoamericanas.
Fue el primero de nosotros en someter su mandato a la revisión y el control de sus propio pueblo y no de las corporaciones. Por eso, calificaron de dictador – incluso hoy, a minutos de su muerte – al líder latinoamericano que más elecciones y referéndums sorteó en la región, al político que más sometió a la voluntad popular cada uno de sus actos de gobierno. Por eso, por someterse a su propio pueblo y no a los grandes grupos de comunicación, comenzaron campañas en su contra y hasta intentaron derrocarlo a la luz del día. Fue el primero de nosotros, también, al que intentaron abiertamente derrocar, con la participación directa y expresa de los grandes grupos económicos de Venezuela que perdieron los privilegios que durante años acumularon, en desmedro de los sectores populares. Apostar por el pueblo en vez de las corporaciones, le trajo un buen resultado: 14 elecciones así parecen ratificarlo.
Si aquél histórico día de Mar Del Plata, Hugo Chávez nos entregó a todos nosotros una pala para enterrar el proyecto neoliberal en América Latina, hoy, con su muerte, nos deja la responsabilidad de construir entre todos lo que no pudo terminar en su país y en América Latina.
Cristina dijo alguna vez que, tras la década neoliberal, en América Latina los gobernantes se parecen cada vez más a sus pueblos.
Hugo Chávez Frías fue el primero en comenzar a parecerse más a su pueblo.
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