La masiva movilización por el nuevo aniversario del último golpe de estado cívico militar fue particularmente festiva y cargada de mensajes políticos alentadores. No puede dejar de llamar la atención que cada año que pasa y mientras más lejos en la historia queda aquel oscuro período, cada vez son más los jóvenes que nacieron durante la democracia que se suman a la tradicional marcha y le aportan una gran cuota de alegría, de festividad y de sentido político.
A diferencia de lo que podrían suponer quienes intentan transformar esta fecha en una efeméride más, que se naturalice como tantas otras, cada 24 de marzo que pasa adquiere una nueva y fresca fisonomía con el aporte de miles de pibes y pibas que asumen a la democracia como la única forma de gobierno y a la militancia política como la mejor de todas las herramientas para mejorar las condiciones de vida, especialmente la de los más humildes.
Y aunque le moleste a esos señores muy serios y enojados, que se creen más respetables que el resto de los mortales, que piensan que es más importante repetir ampulosamente frases que tengan las palabras “república” y “defensa de las instituciones” en lugar de trabajar sinceramente por el sentido para lo que fueron pensadas esas “palabras” o “instituciones”, en la plaza de mayo del otro día se pudo ver la profunda confianza que las nuevas generaciones argentinas le tienen a la democracia.
Profunda confianza porque abarca sus dos acepciones. Por un lado, en el sentido de creer que es la mejor y única forma de gobierno para que no vuelvan a repetirse capítulos oscuros de nuestra historia signados por la violencia política, el desprecio y el odio irracional hacia otro compatriota, hacia otro ser humano.
Pero también se nota claramente que ahora esa plaza de mayo tiene más confianza en la democracia porque ya no le tiene ese miedo y ese respeto exagerado y absurdo que algunos le quieren imponer a través de la impostura, la complejidad y el formalismo académico que la aleja del pueblo, del verdadero destinatario. Hoy la democracia significa la conciencia de que se tiene que profundizar en todos los ámbitos donde todavía falte. Y si hay que discutir cómo mejorar al Poder Judicial, el pueblo no tiene miedo de debatir con esos “especialistas” que estaban acostumbrados a ser poquitos y llevaron a la justicia a estar como está hoy.
Ese es el verdadero espíritu democrático que se está viviendo en argentina. Es el ejemplo que Néstor contagió cuando hace diez años asumió con una frase tan simple pero tan contundentemente democrática como “no voy a dejar las convicciones en la puerta de la casa rosada”.
Para eso, hay que enfrentar a todos los miedos que todavía se resisten: el miedo a la participación política, a pensar en el otro, el miedo al debate profundo, el miedo a las corporaciones económicas, políticas y mediáticas, el miedo a las mentiras. Incluso el miedo al fracaso. Ese es el homenaje que los miles de jóvenes que coparon la plaza de mayo, tal vez sin darse cuenta, le hacen diariamente a todos los compañeros víctimas de la dictadura genocida.
Cristina, la más militante, lo dijo el otro día: “Ese es el mandato de los 30.000 desaparecidos, este es el mandato de los que ya no están, de los que sufrieron, estar junto a los que más necesitan, a los más vulnerables, a los más pobres, a los que no pueden defenderse con sus propias manos. En nombre de ellos y por ellos es que vamos a continuar en esta tarea de seguir cambiando a la patria y mejorándola todos los días un poquito más”.
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